jueves, 4 de abril de 2019

Allende y la KGB: La Intervención Soviética en la Unidad Popular

Allende y la KGB: La Intervención Soviética en la Unidad Popular

El fallecido ex presidente chileno Salvador Allende recibió fondos del Comité de Seguridad del Estado (KGB) de la desaparecida URSS para su campaña electoral y posteriormente durante su mandato. La organización de espionaje soviético no sólo le dio dinero para ayudar a que fuera elegido en 1970. También le pagó por servicios, informaciones y análisis, y le envió regalos personales.

La información aparece en el recién publicado segundo tomo de los documentos de Vasili Mitrokhin, quien tuvo a su cargo el traslado de los archivos de inteligencia extranjera de la KGB, desde la Lubyanka, en el centro de Moscú, hacia Yasenevo, en las afueras de la ahora capital rusa.

Durante una década, Mitrokhin se dedicó a realizar anotaciones y transcripciones de expedientes extremadamente secretos, en los cuales estaban registrados operaciones, nombres de agentes y objetivos políticos y militares vinculados a los intereses internacionales de la organización y a la alta jerarquía de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Guardó estos papeles comprometedores bajo el piso de su dacha hasta una mañana de abril de 1992, en que comenzó a gestionar el asilo para él y su familia, junto con la entrega de su archivo, en la embajada británica de una de las repúblicas bálticas que finalmente había logrado su independencia poco tiempo antes.
Tanto el Servicio de Inteligencia Secreto (SIS) británico, como el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericanos, así como otras organizaciones de inteligencia de Occidente, han confirmado la autenticidad de los documentos e informaciones. Este segundo tomo, The World Was Going Our Way: The KGB and the Battle for the Third Word, fue precedido por The Sword and the Shield, aparecido en 1999, donde se relatan las operaciones de la KGB en Estados Unidos y Europa. Aquí se narran las acciones llevadas a cabo por la organización en el llamado Tercer Mundo.

Chile y Moscú

Allende comenzó a interesar a la KGB a comienzos de la década de los años cincuenta del pasado siglo. Para entonces, ya era el líder del Partido Socialista chileno y soñaba con entrar a la casa de gobierno donde le tocó morir. Una y otra vez fue derrotado en las urnas, pero contaba con una carta de triunfo. Sólo que esta estaba dividida en dos mitades. Sabía que tenía posibilidades de vencer como el candidato de la izquierda unida. Para lograrlo, además, la derecha tenía que ir dividida a las urnas. La oportunidad se presentó en 1970.

La KGB había establecido contacto con Allende en 1953, un año después de las elecciones en que éste sólo recibió el seis por ciento del voto. El agente Svyatoslav Fyodorovich Kuznetsov —posible bajo la cobertura de corresponsal de la agencia de prensa Novosti— le solicitó la colaboración y el senador chileno estuvo de acuerdo, siempre que el vínculo se mantuviera en secreto.

Para entender esta relación hay que tomar en consideración el momento en que ocurre. Allende nunca fue agente de la KGB. No estaba catalogado de miembro por la organización, sino de aliado al que se mira con reserva. Si el político les brindaba información y ayuda era porque se consideraba un amigo de la Unión Soviética. Como tal participó en la campaña que llevó al establecimiento de relaciones entre Chile y la URSS, en 1964, pero no fue un servicio prestado a cambio de dinero ni obedeciendo a una orden expresa de Moscú.

Era un vínculo de apoyo mutuo y conveniencia para ambos, donde la ideología y la política definían diferencias y objetivos comunes, y en el que también las características personales del chileno despertaban las dudas y hasta las sospechas de los comunistas chilenos y soviéticos. Por una parte, la extrema izquierda latinoamericana no contaba con las simpatías del Kremlin, pero la izquierda y la centroizquierda eran un objetivo predilecto de la inteligencia soviética. Sobre todo en Chile, donde los socialistas estaban más a la izquierda que los comunistas.

Por la otra, Allende mantenía estrechos vínculos con la masonería y un ostentoso estilo burgués de vida —que iba desde el gusto por los vinos caros, los trajes hechos a la medida y los objetos de arte, hasta la preferencia por las mujeres elegantes—. La característica de ser un socialista burgués y un simpatizante del comunismo ruso y cubano fue determinante en su ascenso y caída.

Cuando en 1970 se vio la posibilidad de que Allende podría llegar finalmente a la presidencia, bajo una coalición de partidos de izquierda denominada Unidad Popular, la KGB le ordenó a Kuznetsov —que entonces residía en México— trasladarse a Chile. El antiguo oficial de caso llegó a Santiago con la encomienda de mantener el contacto con el candidato y coordinar las operaciones encubiertas destinadas a garantizar el triunfo de éste.

Rublos y dudas

Tanto la CIA como la KGB dieron dinero para las elecciones chilenas de 1970. El entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, no quería que le ocurriera lo que siempre reprochaba a sus opositores políticos: permitir que un país de Latinoamérica marchara hacia el comunismo. Si los demócratas habían sido incapaces de impedir el triunfo de Fidel Castro, a él no le ocurriría lo mismo.

La CIA gastó 425.000 dólares en el intento de derrotar a Allende (todas las cifras de dinero corresponden al valor de la moneda en la época). Desde los años sesenta, la URSS venía entregando —a través de la KGB— subsidios anuales a los partidos comunistas de todo el mundo. El Partido Comunista de Chile (PCC) era el que históricamente recibía más fondos entre los latinoamericanos. La cuota para el año 1970 era de 400.000 dólares.

Sin embargo, a sugerencia de la KGB, el Buró Político del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) añadió una entrega adicional, con el objetivo de asistir a los comunistas chilenos en los gastos de campaña. También destinó 50.000 dólares para ser entregados personalmente a Allende. Por su parte, el PCC entregó 100.000 a Allende de sus propios fondos. La KGB también dio 18.000 dólares a un senador de izquierda, a fin de que no se postulara para candidato presidencial y permaneciera dentro de la coalición de la Unidad Popular.

Luego que el Congreso chileno le otorgó el triunfo a Allende —que había recibido sólo el 36,3 por ciento de los votos, pero más que sus dos opositores de derecha—, Moscú mantuvo un contacto regular con él, a través de Kuznetsov y no del embajador soviético. En mayo de 1971, y por medio de Kuznetsov, los analistas de la KGB solicitaron la opinión de Allende en una amplia gama de aspectos —desde la situación política del país hasta las perspectivas para el desarrollo de nexos económicos, políticos y militares entre Chile y la URSS, Cuba, otros países socialistas y China—.

En octubre de 1971, el Politburó ordenó que al nuevo presidente chileno se le entregaran 30.000 dólares, “con el objetivo de solidificar la relación de confianza”. Kuznetsov también trasmitió una solicitud hecha por el LIDER (el nombre de código asignado a Allende por la KGB desde años atrás): el deseo de adquirir “uno o dos iconos” para su colección privada.

La KGB decidió regalarle dos (el Centro de Mando de la organización de espionaje, que siempre se distinguió por su contabilidad, los evaluó en 150 rublos). El 7 de diciembre del mismo año, en un memorando de la KGB al Buró Político —firmado por su director, Yuri Andropov— se propuso la entrega a Allende de otros 60.000 dólares, para pagos de soborno a líderes políticos, comandantes de las fuerzas armadas y parlamentarios. La propuesta fue aprobada.

Expectativas en mínimos

Las expectativas de la KGB sobre las posibilidades de construir una sociedad socialista en Chile se redujeron considerablemente el siguiente año. El acercamiento entre China y Estados Unidos, a partir del viaje secreto a Pekín del entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. La visita de Nixon a Moscú en 1972 y la promesa de que Brezhnev viajaría a Washington el próximo año contribuyeron a un relajamiento de tensiones entre las dos superpotencias, que llevó a los soviéticos a actuar con mayor cautela en Chile.

Pero fue el deterioro de la situación chilena —y los fracasos anteriores de los gobiernos de tendencia izquierdista en Perú y Bolivia— lo que determinó el inicio de una apreciación más realista y una billetera menos generosa por parte de Moscú. Pero ese momento aún no había llegado para la KGB.
En diciembre del mismo año, el presidente chileno regresó de una visita a la capital soviética con mucho menos de lo esperado. Pese a que el Kremlin no estaba dispuesto a brindarle un apoyo amplio al mandatario, la KGB logró la aprobación de fondos adicionales, con vistas a las elecciones parlamentarias a celebrarse en la nación sudamericana en marzo de 1973.

El 25 de diciembre de 1972, Andropov envió un nuevo memorando en que solicitaba el financiamiento de una serie de acciones que ayudaran a consolidar las fuerzas de apoyo al gobierno chileno y “exponer la interferencia de los imperialistas en los asuntos internos de Chile”. Con este objetivo solicitaba 100.000 dólares. “Parte de este dinero será entregado a Allende para labores con sus propios contactos en los círculos políticos y militares”.

El 7 de febrero de 1973 el Politburó aprobó los fondos, provenientes de la reserva del Consejo de Ministros, para que la KGB pudiera llevar a cabo “medidas especiales” en Chile. También se aprobó una “recompensa monetaria” adicional de 400 dólares al mandatario chileno, por una “valiosa información”, no especificada, que éste había brindado.

Otro informe del mismo mes de febrero, también firmado por Andropov, enfatizaba la influencia que la KBG ejercía sobre Allende, al tiempo que precisaba la necesidad de más asistencia material para el presidente chileno, a fin de que este llevara a cabo diversas labores con sus contactos en los círculos militares y políticos, por lo que se solicitaba una suma adicional de hasta 50.000 dólares —provenientes de los fondos destinados a la KGB que habían sido otorgados por una resolución del Comité Central del PCUS del 13 de febrero de 1973—. Esta petición también fue aprobada.

Luego de las elecciones congresionales de marzo, en que la Unidad Popular obtuvo el 44 por ciento de la votación frente al 56 por ciento de la oposición, Andropov solicitó fondos adicionales para que Allende pudiera obtener información de inteligencia en los países sudamericanos destinada a la KGB. El propio Brezhnev aprobó el pedido.

Informes inflados

Desde la llegada de Allende a la presidencia, Andropov había utilizado sus informes para impresionar a la jerarquía soviética con un énfasis desproporcionado de la influencia de su organización sobre el mandatario. Había descrito al Politburó las reuniones con Kuznetsov en los siguientes términos: el presidente (chileno) utiliza “este canal para manejar las cuestiones más delicadas y confidenciales (el establecimiento de contactos entre las fuerzas armadas de la URSS y Chile, consultar sobre el empleo de las materias primas chilenas que sirven para producir energía atómica, organizar la cooperación entre los servicios de inteligencia chilenos y soviéticos y otros asuntos) mediante el intercambio de información y la discusión de las cuestiones políticas actuales”.

Había añadido además que el fortalecimiento de las relaciones de “nuestro agente” con Allende había sido facilitado por la ayuda material otorgada, la atención personal y la satisfacción de las peticiones personales. Pero en 1973 este juego se tornó peligroso. La KGB dudaba cada vez más de la capacidad del gobierno de la Unidad Popular para sobrevivir y tenía que tomar una decisión.

Un día de primavera de ese año, Andropov realizó una visita inesperada a las instalaciones que la KGB tenía en Yasenevo para el análisis de la inteligencia internacional. Reunió a todo el personal vinculado a Latinoamérica, con el fin de indagar sobre el caso chileno. La conclusión fue que nada se podía hacer. Ni siquiera el otorgamiento de un préstamo en efectivo de 30 millones de dólares —una propuesta que estaba en discusión— podría salvar a Allende.

Por otra parte, un préstamo militar de 100 millones de dólares —para el envío de tanques y piezas de artillería— gestionado por el Ministerio de Defensa y el Ejército ruso, no llegó a materializarse. Los barcos con las armas a bordo, que viajaban rumbo a Chile, recibieron órdenes de cambiar de rumbo ese verano. Se determinó desembarcar el armamento en otros países, donde fue vendido. La KGB concluyó que el principal error del mandatario había sido la renuencia a usar la fuerza contra sus opositores. Había llegado la hora de cerrar la billetera.

Fuente:

https://soberaniaoccidental.wordpress.com/2014/03/10/allende-y-la-kgb-la-intervencion-sovietica-en-la-unidad-popular/

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